Iniciemos el
capítulo con unas consideraciones generales que nos situarán en la época,
mentalidad y circunstancias en las que fueron creadas, ya que cada fenómeno
religioso o cultural es hijo de su tiempo y nos resultaría incomprensible si lo
extrapolásemos del mismo.
la Piedad 1938 |
Los precedentes,
que podríamos entenderlos como la prehistoria de las Hermandades penitenciales,
de Semana Santa, se encuentran en la época medieval; noticias fragmentarias nos
hablan de la existencia de Cofradías en los siglos XIV y XV y de algún acto
litúrgico que es precedente, aunque lejano, de una procesión de penitencia.
En la Baja Edad
Media, nacen unas asociaciones multifuncionales que crean los gremios con
alguna cohesión de raza, vecindad, vinculación a un mismo señor, dedicación a
actividades económicas o laborales semejantes. Son las llamadas cofradías
gremiales.
Estas
asociaciones -fraternidades, hermandades- cumplen funciones de ayuda mutua y asistencia ante las
enfermedades, la necesidad y la muerte. Debido a esta vocación, algunas
Hermandades nacieron con una vinculación hospitalaria, otras tienen su origen
tras el Concilio de Trento, en que florecerán las Cofradías penitenciales
alentadas por el mismo.
Las Hermandades
penitenciales no surgieron de la noche a la mañana, sino que fueron el resultado o evolución de
un larguísimo proceso y circunstancias de todo tipo: religiosas, sociales,
culturales, económicas, debido a epidemias, hambres, etc.
Haciendo un
simplísimo bosquejo de tales circunstancias que fueron allanando y sembrando el
camino que fructificó en la aparición de las Hermandades Penitenciales, podríamos
citar las siguientes: el movimiento o asociación de flagelantes desde mediados
del siglo XIII alrededor de las órdenes monásticas y religiosas (dominicos,
franciscanos, agustinos); la práctica del Vía Crucis; las predicaciones
pasionistas de los franciscanos; y el Concilio de Trento.
Veamos
brevemente cada uno de estos apartados.
la Piedad 1945 |
La práctica de la penitencia o mortificación
corporal es consustancial al cristianismo. Desde sus orígenes, y a lo largo de
la Historia, aparece frecuentemente la flagelación como una costumbre antigua
relacionada con el monacato, registrándose repetidas veces en la Regla de San
Benito.
Santo Domingo de
Guzmán (1170-1221) practica la flagelación voluntaria junto a sus frailes, con
un valor correctivo y redentivo o expiatorio.
San Francisco de
Asís (1182-1226) y los franciscanos, no sólo la practicaron, sino que fueron
sus propagadores entre los laicos o fieles en general.
Durante el siglo
XIII surgen numerosos grupos de flagelantes que organizan procesiones en las
que entonan cánticos penitenciales y se disciplinan públicamente. San Antonio
de Padua, franciscano, (1195-1231), reunió ya junto a sí grupos de esa
naturaleza.
La práctica de
la disciplina se hace popular y comienzan a surgir las primeras
"asociaciones o cofradías de flagelantes".
A finales del
siglo XIII aparece en Pisa (Italia) una asociación denominada Disciplinati
della Cruz que, junto a la devoción a la Cruz redentora, incorporaba la
práctica de la disciplina o flagelación.
Esta práctica
piadosa consistía "en hacer memoria de la Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo", esto es, disciplinándose los domingos y días de fiesta.
La piedad de los
disciplinantes es cristocéntrica y su espíritu de penitencia se inspira en el
recuerdo de la Pasión de Cristo, celebrando el Jueves y Viernes Santo, aunque
las fiestas propiamente dichas de la Cofradía eran la Invención (3 de mayo) y
Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre).
Esta Cofradía
manifiesta una gran devoción a María, pues las misas y las disciplinas en común
son siempre seguidas de una Salve Regina, y celebran de manera especial las festividades
marianas.
Otra
circunstancia que alentará y configurará la aparición de las Hermandades
penitenciales es la práctica devocional
del Vía Crucis o Camino de la Cruz.
Sobre dónde,
cuándo y cómo surge esta devoción no se ponen de acuerdo los diferentes
investigadores. Más lo que resulta evidente es que está íntimamente relacionada
con las peregrinaciones a Tierra Santa y las Cruzadas, que reavivaron la
devoción pasionaria en el siglo XIV.
Esencialmente,
el Vía Crucis es un recorrido devocional, durante el cual se contempla la
Pasión de Cristo, a gusto del que lo realiza. Algo accidental es el número de
estaciones que, fueron cambiantes en el transcurso del tiempo; en España se
generalizó la práctica de las catorce estaciones, aunque el Abad Sánchez Gordillo
cita sólo once. En el presente año de 1995, Su Santidad Juan Pablo II, ha
reformado este ejercicio piadoso
El Concilio de Trento (1545-1564) fue la
respuesta por parte del supremo magisterio eclesiástico al Protestantismo y al
afán de renovación interior de la Iglesia. Entre sus enseñanzas más importantes
se deben destacar: el estudio y determinación de la doctrina de la
justificación, la práctica sacramental y la reforma de la Iglesia.
Sus cánones son
publicados en España por Felipe II en una Real Cédula de 12 de julio de 1564, y
tendrán una influencia capital en el desarrollo de nuestras Hermandades.
la Piedad 1957 |
Lutero y los
protestantes afirman que el hombre se "justifica", se salva, sólo por
la fe, sin necesidad de sus buenas o malas obras, pues la misericordia y los
méritos de Cristo actuarían como bálsamo que encubrirían ante "los ojos
del Juez Supremo" la miseria humana. Esta doctrina herética es fuertemente
contestada por el Concilio el 13 de enero de 1547, en su Decreto dogmático
sobre la justificación.
Resumiendo muy
brevemente, pues de profundizar en ello nos llevaría a un extenso tratado
teológico, el Concilio vino a decir: las buenas obras son necesarias para la
salvación; cuando el hombre peca, tiene la posibilidad de reconciliarse con
Dios y consigo mismo a través del sacramento de la penitencia; además, el
hombre puede expiar sus culpas a través de la mortificación corporal, la
oración y la limosna.
Respecto al
culto de las Imágenes, rechazado por el Protestantismo, el Concilio lo afirma en sus sesiones
de 3 y 4 de diciembre de 1563:
"Igualmente,
que deben tenerse y conservarse, señaladamente en los templos, las Imágenes de
Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los Santos, y tributarles el debido
honor y veneración... Enseñen también diligentemente los obispos, que por medio
de las historias de los misterios de nuestra redención, representadas en
pinturas u otras reproducciones, se instruye y confirma el pueblo en el
recuerdo y culto constante de los artículos de la fe...".
Las doctrinas de
Trento influyeron decisivamente en cuanto al uso de la penitencia pública, el
culto a las Imágenes, y los desfiles procesionales, contribuyendo al auge y
ratificación de las Hermandades , existentes con anterioridad al Concilio y sus
disposiciones; y a la fundación de nuevas Hermandades alentadas por el espíritu
conciliar,.
Nos hallamos ya,
tras estas consideraciones, en disposición de definir lo que entendemos por Cofradía o Hermandad penitencial en el siglo XVI.
La Cofradía
penitencial, de disciplina o de sangre, presenta los siguientes rasgos: es una
asociación de personas (hombres y mujeres), abierta numérica y socialmente, que
venerando y contemplando el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del
Señor, a quien se asocia su Santísima Madre, Nuestra Señora, se le rinde culto
con una austera y penitente salida procesional en la que algunos o la mayor
parte de sus cofrades se disciplinan en los días de Jueves o Viernes Santo, y
con otros cultos a lo largo del año. Atienden las necesidades fundamentales de
los hermanos, espirituales y temporales, de la vida y de la muerte, y también
de los otros prójimos. Tienen una organización o estatutos llamados Reglas que,
progresivamente van siendo aprobadas por la jerarquía eclesiástica.
Estas
Hermandades penitenciales de la decimosexta centuria, se caracterizan por la
austeridad y disciplina en sus procesiones.
La mayoría de
las Cofradías fundadas tras el Concilio, incluyeron la penitencia de sangre o
flagelantes. Son los frailes quienes mejor acogen y alientan esta nueva
práctica de la disciplina pública; mientras que el clero secular, celoso de una
práctica que se organiza con gran autonomía por los laicos, y quizás temeroso
por tener que compartir las limosnas y donaciones que dejan los fieles, debió
contemplar con no mucho agrado el establecimiento y la fundación de Cofradías
en sus iglesias.
Ésta es quizás
la explicación de por qué las primeras y más antiguas Hermandades, se hallen
fundadas en conventos, ermitas u hospitales, y no en el seno parroquial, como
ocurre en la mayoría de las mismas.
la Piedad 1962 |
Durante la primera
mitad del siglo XV comienzan a fundarse las cofradías de Penitencia la mayoría de los casos de la
mano de los franciscanos. Estas Cofradías procesionaban en la noche del Jueves
al Viernes Santo con una simple cruz o crucifijo, llevado por un clérigo, con
gran número de hermanos disciplinándose. Eran procesiones serias, austeras,
devotas y penitentes, sin lujo ni boato alguno, saliendo de sus capillas,
ermitas u hospitales, se dirigían por caminos y veredas hasta el campo, donde
generalmente había un humilladero con una Cruz. Los cofrades iban revestidos de
una túnica de lienzo blanca, la cual dejaban caer hasta la cintura los
disciplinantes. Al regreso a la ermita u hospital los "hermanos de
sangre" se lavaban sus heridas con pócimas y ungüentos que previamente se
habían preparado en unas calderas, palanganas o "bacías de lavar los
hermanos".
En este contesto un grupo de banqueros de órigen genovés afines a la Corte de Cárlos I,en las primeras decádas del S. XV, dió origen a lo que sería el germen de nuestra hermandad
En este contesto un grupo de banqueros de órigen genovés afines a la Corte de Cárlos I,en las primeras decádas del S. XV, dió origen a lo que sería el germen de nuestra hermandad
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