martes, 8 de octubre de 2013

ORIGEN Y EVOLUCION DE LAS COFRADIAS PENITENCIALES DE SEMANA SANTA -Primera Parte



Iniciemos el capítulo con unas consideraciones generales que nos situarán en la época, mentalidad y circunstancias en las que fueron creadas, ya que cada fenómeno religioso o cultural es hijo de su tiempo y nos resultaría incomprensible si lo extrapolásemos del mismo.
la Piedad 1938
Los precedentes, que podríamos entenderlos como la prehistoria de las Hermandades penitenciales, de Semana Santa, se encuentran en la época medieval; noticias fragmentarias nos hablan de la existencia de Cofradías en los siglos XIV y XV y de algún acto litúrgico que es precedente, aunque lejano, de una procesión de penitencia.
En la Baja Edad Media, nacen unas asociaciones multifuncionales que crean los gremios con alguna cohesión de raza, vecindad, vinculación a un mismo señor, dedicación a actividades económicas o laborales semejantes. Son las llamadas cofradías gremiales.
Estas asociaciones -fraternidades, hermandades- cumplen funciones de ayuda mutua y asistencia ante las enfermedades, la necesidad y la muerte. Debido a esta vocación, algunas Hermandades nacieron con una vinculación hospitalaria, otras tienen su origen tras el Concilio de Trento, en que florecerán las Cofradías penitenciales alentadas por el mismo.
Las Hermandades penitenciales no surgieron de la noche a la mañana, sino que fueron el resultado o evolución de un larguísimo proceso y circunstancias de todo tipo: religiosas, sociales, culturales, económicas, debido a  epidemias, hambres, etc.
Haciendo un simplísimo bosquejo de tales circunstancias que fueron allanando y sembrando el camino que fructificó en la aparición de las Hermandades Penitenciales, podríamos citar las siguientes: el movimiento o asociación de flagelantes desde mediados del siglo XIII alrededor de las órdenes monásticas y religiosas (dominicos, franciscanos, agustinos); la práctica del Vía Crucis; las predicaciones pasionistas de los franciscanos; y el Concilio de Trento.
Veamos brevemente cada uno de estos apartados.
la Piedad 1945
La práctica de la penitencia o mortificación corporal es consustancial al cristianismo. Desde sus orígenes, y a lo largo de la Historia, aparece frecuentemente la flagelación como una costumbre antigua relacionada con el monacato, registrándose repetidas veces en la Regla de San Benito.
Santo Domingo de Guzmán (1170-1221) practica la flagelación voluntaria junto a sus frailes, con un valor correctivo y redentivo o expiatorio.
San Francisco de Asís (1182-1226) y los franciscanos, no sólo la practicaron, sino que fueron sus propagadores entre los laicos o fieles en general.
Durante el siglo XIII surgen numerosos grupos de flagelantes que organizan procesiones en las que entonan cánticos penitenciales y se disciplinan públicamente. San Antonio de Padua, franciscano, (1195-1231), reunió ya junto a sí grupos de esa naturaleza.
La práctica de la disciplina se hace popular y comienzan a surgir las primeras "asociaciones o cofradías de flagelantes".
A finales del siglo XIII aparece en Pisa (Italia) una asociación denominada Disciplinati della Cruz que, junto a la devoción a la Cruz redentora, incorporaba la práctica de la disciplina o flagelación.
Esta práctica piadosa consistía "en hacer memoria de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo", esto es, disciplinándose los domingos y días de fiesta.
La piedad de los disciplinantes es cristocéntrica y su espíritu de penitencia se inspira en el recuerdo de la Pasión de Cristo, celebrando el Jueves y Viernes Santo, aunque las fiestas propiamente dichas de la Cofradía eran la Invención (3 de mayo) y Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre).
Esta Cofradía manifiesta una gran devoción a María, pues las misas y las disciplinas en común son siempre seguidas de una Salve Regina, y celebran de manera especial las festividades marianas.
Otra circunstancia que alentará y configurará la aparición de las Hermandades penitenciales es la práctica devocional del Vía Crucis o Camino de la Cruz.
Sobre dónde, cuándo y cómo surge esta devoción no se ponen de acuerdo los diferentes investigadores. Más lo que resulta evidente es que está íntimamente relacionada con las peregrinaciones a Tierra Santa y las Cruzadas, que reavivaron la devoción pasionaria en el siglo XIV.
Esencialmente, el Vía Crucis es un recorrido devocional, durante el cual se contempla la Pasión de Cristo, a gusto del que lo realiza. Algo accidental es el número de estaciones que, fueron cambiantes en el transcurso del tiempo; en España se generalizó la práctica de las catorce estaciones, aunque el Abad Sánchez Gordillo cita sólo once. En el presente año de 1995, Su Santidad Juan Pablo II, ha reformado este ejercicio piadoso
El Concilio de Trento (1545-1564) fue la respuesta por parte del supremo magisterio eclesiástico al Protestantismo y al afán de renovación interior de la Iglesia. Entre sus enseñanzas más importantes se deben destacar: el estudio y determinación de la doctrina de la justificación, la práctica sacramental y la reforma de la Iglesia.
Sus cánones son publicados en España por Felipe II en una Real Cédula de 12 de julio de 1564, y tendrán una influencia capital en el desarrollo de nuestras Hermandades.
la Piedad 1957
Lutero y los protestantes afirman que el hombre se "justifica", se salva, sólo por la fe, sin necesidad de sus buenas o malas obras, pues la misericordia y los méritos de Cristo actuarían como bálsamo que encubrirían ante "los ojos del Juez Supremo" la miseria humana. Esta doctrina herética es fuertemente contestada por el Concilio el 13 de enero de 1547, en su Decreto dogmático sobre la justificación.
Resumiendo muy brevemente, pues de profundizar en ello nos llevaría a un extenso tratado teológico, el Concilio vino a decir: las buenas obras son necesarias para la salvación; cuando el hombre peca, tiene la posibilidad de reconciliarse con Dios y consigo mismo a través del sacramento de la penitencia; además, el hombre puede expiar sus culpas a través de la mortificación corporal, la oración y la limosna.
Respecto al culto de las Imágenes, rechazado por el Protestantismo, el Concilio lo afirma en sus sesiones de 3 y 4 de diciembre de 1563:
"Igualmente, que deben tenerse y conservarse, señaladamente en los templos, las Imágenes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los Santos, y tributarles el debido honor y veneración... Enseñen también diligentemente los obispos, que por medio de las historias de los misterios de nuestra redención, representadas en pinturas u otras reproducciones, se instruye y confirma el pueblo en el recuerdo y culto constante de los artículos de la fe...".
Las doctrinas de Trento influyeron decisivamente en cuanto al uso de la penitencia pública, el culto a las Imágenes, y los desfiles procesionales, contribuyendo al auge y ratificación de las Hermandades , existentes con anterioridad al Concilio y sus disposiciones; y a la fundación de nuevas Hermandades alentadas por el espíritu conciliar,.
Nos hallamos ya, tras estas consideraciones, en disposición de definir lo que entendemos por Cofradía o Hermandad penitencial en el siglo XVI.
La Cofradía penitencial, de disciplina o de sangre, presenta los siguientes rasgos: es una asociación de personas (hombres y mujeres), abierta numérica y socialmente, que venerando y contemplando el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, a quien se asocia su Santísima Madre, Nuestra Señora, se le rinde culto con una austera y penitente salida procesional en la que algunos o la mayor parte de sus cofrades se disciplinan en los días de Jueves o Viernes Santo, y con otros cultos a lo largo del año. Atienden las necesidades fundamentales de los hermanos, espirituales y temporales, de la vida y de la muerte, y también de los otros prójimos. Tienen una organización o estatutos llamados Reglas que, progresivamente van siendo aprobadas por la jerarquía eclesiástica.
Estas Hermandades penitenciales de la decimosexta centuria, se caracterizan por la austeridad y disciplina en sus procesiones.
La mayoría de las Cofradías fundadas tras el Concilio, incluyeron la penitencia de sangre o flagelantes. Son los frailes quienes mejor acogen y alientan esta nueva práctica de la disciplina pública; mientras que el clero secular, celoso de una práctica que se organiza con gran autonomía por los laicos, y quizás temeroso por tener que compartir las limosnas y donaciones que dejan los fieles, debió contemplar con no mucho agrado el establecimiento y la fundación de Cofradías en sus iglesias.
Ésta es quizás la explicación de por qué las primeras y más antiguas Hermandades, se hallen fundadas en conventos, ermitas u hospitales, y no en el seno parroquial, como ocurre en la mayoría de las mismas.

la Piedad 1962
Durante la primera mitad del siglo XV comienzan a fundarse las cofradías de Penitencia la mayoría de los casos de la mano de los franciscanos. Estas Cofradías procesionaban en la noche del Jueves al Viernes Santo con una simple cruz o crucifijo, llevado por un clérigo, con gran número de hermanos disciplinándose. Eran procesiones serias, austeras, devotas y penitentes, sin lujo ni boato alguno, saliendo de sus capillas, ermitas u hospitales, se dirigían por caminos y veredas hasta el campo, donde generalmente había un humilladero con una Cruz. Los cofrades iban revestidos de una túnica de lienzo blanca, la cual dejaban caer hasta la cintura los disciplinantes. Al regreso a la ermita u hospital los "hermanos de sangre" se lavaban sus heridas con pócimas y ungüentos que previamente se habían preparado en unas calderas, palanganas o "bacías de lavar los hermanos".
En este contesto un grupo de banqueros de órigen genovés afines a la Corte de Cárlos I,en las  primeras decádas  del S. XV, dió origen a lo que sería el germen de nuestra hermandad

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